La realidad de estar «secuestrado» sin saberlo
Es posible, y diría que muy probable, que vivas secuestrado, y aún más, que ni siquiera seas consciente de ello.
Esto puede sonar radical, pero ¿te has preguntado cómo es posible? ¿Quién o qué te mantiene “secuestrado”?
La respuesta es tan sencilla como inesperada: es tu propia mente.
Son tus pensamientos, tus creencias y las respuestas automáticas que llevas años desarrollando los que te mantienen atrapado, condicionado y limitado.
La mente como prisión: ¿cómo lo permitimos?
Sin juzgarte, date un momento para observar tu forma de pensar. Fíjate en cómo te expresas, las palabras que utilizas y cómo caes en la crítica, ya sea hacia ti mismo o hacia los demás.
Este mecanismo se activa de manera automática. ¿Y por qué? Porque hemos sido educados de esa manera.
Cuando nacemos, somos pura esencia e inocencia; nos sorprendemos y maravillamos con la vida.
Sin embargo, a medida que crecemos, asimilamos temores, advertencias, juicios y limitaciones.
La pérdida de esencia y la creación de límites
Este condicionamiento afecta nuestra vida de muchas formas: nos lleva a refugiarnos en lo conocido, a vivir de manera sedentaria, a mantener relaciones limitantes y a aceptar un sistema de vida que creemos inmutable.
Vivimos condicionados por el miedo, la culpa y la vergüenza, emociones que nos impiden disfrutar de la verdadera libertad y la alegría de ser nosotros mismos.
Esta represión de nuestro amor y libertad nos aleja de nuestra verdadera identidad y nos sumerge en un mar de tentaciones perjudiciales.
¿Cuál es el camino para salir de esta prisión mental?
Llegamos a un punto en el que ni siquiera sabemos quiénes somos o qué queremos. Es entonces cuando empezamos a buscar ayuda, en mil formas y direcciones.
Sin embargo, solo un camino es verdaderamente liberador: el perdón.
«Lo primero de todo es perdonarse. ¡Perdónate! No eres culpable de nada, más bien lo contrario. Solo has actuado desde la confusión y la ignorancia, pero esto no te hace culpable. Has venido a este mundo a aprender y a crecer. Disfruta de tu camino y anímate en cada paso que das. No mires atrás y jamás te juzgues. Aprende y mejora. En ti, en tu interior, yace la fuerza para proseguir. Nunca es tarde para cambiar de dirección. Solo tienes que parar un momento, respirar hondo y sentir. Permítete sentir y amarte.»
La libertad está en tus manos. Perdonarte y reconectar con tu esencia es el primer paso para recuperar el poder sobre tu vida.